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En la Biblia se dice que no hay otro nombre bajo el cielo dado a los hombres, el único Salvador es Jesucristo, el mismo ayer, hoy, y para siempre. ¿Pero por qué creéis hoy en Dios Todopoderoso?

Versículos bíblicos como referencia:

Al vencedor le haré una columna en el templo de mi Dios, y nunca más saldrá de allí; escribiré sobre él el nombre de mi Dios, y el nombre de la ciudad de mi Dios, la nueva Jerusalén, que desciende del cielo de mi Dios, y mi nombre nuevo (Apocalipsis 3:12).

La respuesta de la palabra de Dios:

La sabiduría, lo maravilloso, la justicia, y la majestad de Dios nunca cambiarán. Su esencia y lo que Él tiene y es nunca cambiarán. Sin embargo, Su obra siempre está progresando hacia adelante, y siempre va profundizando, porque Él siempre es nuevo y nunca viejo.

Están aquellos que dicen que Dios es inmutable. Eso es correcto, pero se refiere a la inmutabilidad del carácter y la esencia de Dios. Los cambios en Su nombre y obra no demuestran que Su esencia se haya alterado; en otras palabras, Dios siempre será Dios, y esto nunca cambiará.

“Jehová” es el nombre que adopté durante Mi obra en Israel, y significa el Dios de los israelitas (el pueblo escogido de Dios) que puede tener compasión del hombre, maldecirlo, y guiar su vida. Significa el Dios que posee gran poder y está lleno de sabiduría. “Jesús” es Emanuel, y significa la ofrenda por el pecado que está lleno de amor, de compasión, y redime al hombre. Él realizó la obra de la Era de la Gracia, y representa la Era de la Gracia, y sólo puede representar una parte del plan de gestión. Es decir, sólo Jehová es el Dios del pueblo escogido de Israel, el Dios de Abraham, de Isaac, de Jacob, de Moisés, y de todo el pueblo de Israel. Y así en la era presente, todos los israelitas excepto la tribu de Judá adoran a Jehová. Hacen sacrificios a Él en el altar, y le sirven llevando túnicas de sacerdotes en el templo. Lo que esperan es la reaparición de Jehová. Sólo Jesús es el Redentor de la humanidad. Él es la ofrenda por el pecado que redimió a esta del mismo. Es decir, el nombre de Jesús vino de la Era de la Gracia, y existió por la obra de redención en la misma. El nombre de Jesús existió para permitir a las personas de dicha Era nacer de nuevo y ser salvos, y es un nombre particular para la redención de toda la humanidad. Y por tanto el nombre de Jesús representa la obra de la redención, y denota la Era de la Gracia. El nombre de Jehová es un nombre particular para el pueblo de Israel que vivía bajo la ley. En cada era y etapa de la obra, Mi nombre no carece de base, sino que tiene un significado representativo: cada nombre representa una era. “Jehová” representa la Era de la Ley, y es el título honorífico para el Dios adorado por el pueblo de Israel. “Jesús” representa la Era de la Gracia, y es el nombre del Dios de todos aquellos que fueron redimidos durante la Era de la Gracia. Si el hombre sigue anhelando la llegada de Jesús el Salvador durante los últimos días, y sigue esperando que llegue con la imagen que llevó en Judea, entonces todo el plan de gestión de seis mil años se detendría en la Era de la Redención, y sería incapaz de progresar más lejos. Los últimos días, además, nunca llegarían, y la era nunca acabaría. Esto se debe a que Jesús el Salvador es sólo para la redención y la salvación de la humanidad. Yo adopté el nombre de Jesús por causa de todos los pecadores en la Era de la Gracia, y no es el nombre por el cual llevaré a su fin a toda la humanidad. Aunque Jehová, Jesús, y el Mesías representan todos a Mi Espíritu, estos nombres sólo denotan las diferentes eras en Mi plan de gestión, y no representan mi totalidad. Los nombres por los que me llaman las personas en la tierra no pueden articular todo Mi carácter y todo lo que soy. Son simplemente nombres diferentes por los que soy llamado durante diferentes eras. Así pues, cuando la era final —la de los últimos días— llegue, Mi nombre cambiará de nuevo. No se me llamará Jehová, o Jesús, mucho menos el Mesías, sino el poderoso Todopoderoso Dios mismo, y bajo este nombre pondré fin a toda la era. Una vez se me conoció como Jehová. También se me llamó el Mesías, y las personas me llamaron una vez Jesús el Salvador porque me amaban y respetaban. Pero hoy no soy el Jehová o el Jesús que las personas conocieron en tiempos pasados; soy el Dios que ha vuelto en los últimos días, el que pondrá fin a la era. Soy el Dios mismo que se levanta en los extremos de la tierra, repleto con todo Mi carácter, y lleno de autoridad, honor y gloria. Las personas nunca han tenido contacto conmigo, nunca me han conocido, y siempre han ignorado Mi carácter. Desde la creación del mundo hasta hoy, ni una persona me ha visto. Este es el Dios que se aparece al hombre durante los últimos días pero que está oculto en medio de él. Reside entre los hombres, verdadero y real, como el sol ardiente y el fuego llameante, lleno de poder y rebosante de autoridad. No hay una sola persona o cosa que no ha de ser juzgada por Mis palabras, y ni una sola persona o cosa que no ha de ser purificada ardiendo en el fuego. Finalmente, todas las naciones serán benditas por Mis palabras, y también hechas pedazos por ellas. De esta forma, todas las personas durante los últimos días verán que soy el Salvador que ha vuelto, que soy el Dios Todopoderoso que conquista toda la humanidad, que una vez fui la ofrenda por el pecado para el hombre, pero en los últimos días también me convertiré en las llamas del sol que quema todas las cosas, así como el Sol de justicia que revela todas las cosas. Esa es Mi obra de los últimos días. Adopté este nombre y poseo este carácter de forma que todas las personas puedan ver que soy un Dios justo, el sol ardiente, y el fuego llameante. Es así para que todos puedan adorarme, el único Dios verdadero, y para que puedan ver Mi verdadero rostro: no soy sólo el Dios de los israelitas, y no soy sólo el Redentor, soy el Dios de todas las criaturas a través de los cielos, la tierra y los mares.

¿Podría el nombre de Jesús, “Dios con nosotros” representar el carácter de Dios en su totalidad? ¿Podría articular por completo a Dios? Si el hombre afirma que a Dios sólo se le puede llamar Jesús y no puede tener ningún otro nombre, porque no puede cambiar Su carácter, ¡tales palabras son una blasfemia! ¿Crees que el nombre de Jesús —Dios con nosotros— puede representar a Dios en Su totalidad? A Dios se le puede llamar por muchos nombres, pero entre todos estos no hay uno que pueda englobar todo lo que Él tiene, ninguno puede representarlo plenamente. Por tanto, Dios tiene muchos nombres, pero estos no pueden articular por completo el carácter de Dios, que es demasiado rico y supera el conocimiento del hombre. El lenguaje humano es incapaz de englobar del todo a Dios. El hombre tiene un vocabulario limitado con el que encapsular todo lo que conoce del carácter divino: grande, honorable, maravilloso, inimaginable, supremo, santo, justo, sabio, etc. ¡Demasiadas palabras! Tan limitado léxico es incapaz de describir lo poco que el hombre ha experimentado del carácter de Dios. Más adelante, muchos añadieron más palabras para describir mejor el fervor de sus corazones: ¡Dios es demasiado grande! ¡Dios es demasiado santo! ¡Dios es demasiado amoroso! Hoy, dichos como estos han alcanzado su punto álgido, aunque el hombre sigue siendo incapaz de expresar con claridad a Dios. Por tanto, para el hombre Dios tiene muchos nombres, aunque no tiene uno solo, y esto se debe a que el ser de Dios es demasiado abundante, y el lenguaje del hombre demasiado inadecuado. Una palabra o nombre particular no tendría poder para representar a Dios en Su totalidad. ¿Puede Él, por tanto, adoptar un nombre fijo? Dios es tan grande y tan santo, ¿por qué no le permites cambiar Su nombre cada nueva era? Por ello, en cada era que Dios realiza, personalmente, Su propia obra, usa un nombre que encaje con la era para condensar la obra que hace. Usa este nombre particular, uno que posee la relevancia de la era, para representar Su carácter en dicha era. Dios usa el lenguaje del hombre para expresar Su propio carácter. […] Deberías saber que, originalmente, Dios no tenía nombre. Sólo adoptó uno, dos, o muchos, porque tenía una obra que hacer y tenía que gestionar a la humanidad. Cualquiera que sea el nombre por el que se le llame, ¿no lo escoge Él libremente? ¿Acaso te necesita Él a ti, una criatura, para decidirlo? El nombre por el cual se llama a Dios es acorde a lo que el hombre puede recibir y a su lenguaje, pero este nombre no puede ser condensado por él. Sólo puedes decir que hay un Dios en el cielo, que se le llama Dios, que es Dios mismo con gran poder, demasiado sabio, demasiado exaltado, demasiado maravilloso, demasiado misterioso, demasiado todopoderoso y no puedes decir nada más; es todo lo que sabes. De este modo, ¿puede el hombre de Jesús solo representar a Dios mismo? Cuando lleguen los últimos días, aunque siga siendo Dios quien realiza Su obra, Su nombre tiene que cambiar, porque es una era diferente.

Algunos dicen que el nombre de Dios no cambia, ¿por qué pasó entonces a ser Jesús el nombre de Jehová? Se profetizó la venida del Mesías, ¿por qué vino entonces un hombre con el nombre de Jesús? ¿Por qué cambió el nombre de Dios? ¿No se llevó a cabo esa obra hace mucho tiempo? ¿No puede realizar Dios una nueva obra este día? La obra de ayer puede alterarse, y la de Jesús puede seguir a la de Jehová. ¿No puede entonces la obra de Jesús ser sucedida por otra obra? Si el nombre de Jehová puede cambiarse por el de Jesús, ¿no puede cambiarse este también? Esto no es extraño, y las personas piensan así[a] debido a su simpleza. Dios siempre será Dios. Independientemente de los cambios de Su obra y Su nombre, Su carácter y sabiduría se mantienen siempre inmutables. Si crees que sólo se puede llamar a Dios por el nombre de Jesús, entonces sabes muy poco.

Nota al pie:
a. El texto original dice “que es”.

Scripture quotations taken from LBLA. Copyright by The Lockman Foundation.

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