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Perdonar setenta veces siete y el amor del Señor

4. Perdonar setenta veces siete

Mateo 18:21-22 Entonces se le acercó Pedro, y le dijo: Señor, ¿cuántas veces pecará mi hermano contra mí que yo haya de perdonarlo? ¿Hasta siete veces? Jesús le dijo: No te digo hasta siete veces, sino hasta setenta veces siete.

5. El amor del Señor

Mateo 22:37-39 Y Él le dijo: Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente. Este es el grande y el primer mandamiento. Y el segundo es semejante a este: Amarás a tu prójimo como a ti mismo.

De estos dos pasajes, uno habla del perdón y el otro del amor. Estos dos temas destacan realmente la obra que el Señor Jesús quería llevar a cabo en la Era de la Gracia.

Cuando Dios se hizo carne, con este hecho introdujo una etapa de Su obra, que eran las tareas de la obra específica y el carácter que Él quería expresar en esta era. En ese período, todo lo que el Hijo del hombre hizo giró en torno a la obra que Dios quería llevar a cabo en esa era. Él no haría ni más ni menos. Cada cosa que Él dijo y cada tipo de obra que llevó a cabo tuvo relación con esa era. Independientemente de que lo expresara de una forma humana mediante el lenguaje humano o a través del lenguaje divino —cualquiera fuera la forma o la perspectiva desde la que lo hiciera— Su objetivo era ayudar a que las personas entendieran lo que quería hacer, cuál era Su voluntad y cuáles eran Sus exigencias para las personas. Podía usar diversos medios y diferentes perspectivas para ayudar a las personas a entender y conocer Su voluntad, y a comprender Su obra de salvación de la humanidad. Así, en la Era de la Gracia vemos al Señor Jesús empleando el lenguaje humano la mayoría del tiempo para expresar lo que quería comunicar a la humanidad. Además, lo vemos desde la perspectiva de un guía ordinario que habla a las personas, provee para sus necesidades y las ayuda con lo que han pedido. Esta forma de obrar no se había visto en la Era de la Ley que precedió a la de la Gracia. Él se volvió más íntimo y compasivo con la humanidad, así como más capaz de conseguir resultados prácticos en la forma y manera. La metáfora sobre perdonar a las personas setenta veces siete aclara realmente este punto. El propósito logrado por el número en esta metáfora es permitir a las personas entender la intención del Señor Jesús en el momento en que dijo esto: se debía perdonar a los demás, no una vez, ni dos ni siete veces, sino setenta veces siete. ¿Qué tipo de idea está presente en la idea de “setenta veces siete”? Es conseguir que las personas conviertan el perdón en su propia responsabilidad, algo que deben aprender y un “camino” que deben acatar. Aunque esto solo fuera una metáfora, servía para destacar la idea fundamental. Ayudaba a las personas a apreciar profundamente lo que Él quería decir y a encontrar las formas propias de practicar, así como los principios y los estándares de práctica. Esta metáfora ayudaba a las personas a entender claramente y les daba un concepto preciso, que deberían aprender el perdón y perdonar cuantas veces haga falta, sin condiciones ycon una actitud de tolerancia y comprensión hacia los demás. Cuando el Señor Jesús dijo esto, ¿qué había en Su corazón? ¿Estaba pensando realmente en el número “setenta veces siete”? No. ¿Existe un número de veces que Dios perdonará al hombre? Muchas personas están interesadas en el “número de veces” mencionado aquí, quieren entender realmente el origen y el significado de este número, por qué salió este de la boca del Señor Jesús; creen que contiene implicaciones más profundas. En realidad, solo fue una figura lenguaje humano que usó Dios. Cualquier implicación o significado deben analizarse junto a los requisitos del Señor Jesús para la humanidad. Cuando Dios no se había hecho carne aún, las personas no entendían mucho lo que Él decía, porque Su palabra procedía de la divinidad total. La perspectiva y el contexto de lo que decía eran invisibles e inalcanzables para el hombre; Él se expresaba desde una esfera espiritual que las personas no podían ver. Y es que quienes vivían en la carne no podían pasar por el mundo espiritual. Pero después de que Dios se hiciera carne, hablaba al hombre desde la perspectiva de la humanidad y Él salió y superó el alcance del mundo espiritual. Él podía expresar Su carácter, Su voluntad y Su actitud divinos por medio de cosas que los humanos podían imaginar, que podían ver y encontrarse en sus vidas; usando métodos que las personas podían aceptar, en un lenguaje que podían entender y un conocimiento que podían comprender, para permitirle así a la humanidad conocer y entender a Dios, comprender Su intención y los estándares que exige dentro del alcance de su capacidad y en la medida en que fueran capaces. Este era el método y el principio de la obra de Dios en la humanidad. Aunque Sus formas y Sus principios de obrar en la carne se consiguieron en su mayoría por medio de la humanidad o a través de ella, obtuvo resultados que realmente no se habrían conseguido obrando directamente en la divinidad. La obra de Dios en humanidad fue más concreta, auténtica y enfocada, los métodos fueron mucho más flexibles y, en la forma, superó la obra realizada durante la Era de la Ley.

A continuación, hablemos de amar al Señor y al prójimo como a ti mismo. ¿Es esto algo que se expresa directamente en la divinidad? ¡No, claramente no! Todas estas son cosas que el Hijo del hombre dijo en Su humanidad; solo los seres humanos dirían algo como “Ama a tu prójimo como a ti mismo. Ama a los demás igual que amas tu propia vida”. Esta forma de hablar es exclusivamente humana. Dios nunca ha hablado de esa forma. Cuando menos, Dios no tiene este tipo de lenguaje en Su divinidad porque Él no necesita el principio de “Ama a tu prójimo como a ti mismo” para regular Su amor por la humanidad, porque el amor de Dios por el hombre es una revelación natural de lo que Él tiene y es. ¿Habéis oído alguna vez a Dios decir algo como “Amo a la humanidad como me amo a Mí mismo”? No, porque el amor está en la esencia de Dios y en lo que Él tiene y es. El amor de Dios por la humanidad, Su actitud y la forma en la que trata a las personas son una expresión y una revelación naturales de Su carácter. Él no necesita hacer esto deliberadamente de una cierta forma o seguir deliberadamente cierto método o código moral para conseguir amar a Su prójimo como a Sí mismo, Él ya posee este tipo de esencia. ¿Qué ves en esto? Cuando Dios obró en la humanidad, muchos de Sus métodos, palabras y verdades fuero expresados de manera humana. Pero al mismo tiempo, el carácter de Dios, lo que Él tiene y es, así como Su voluntad, se expresaron para que las personas las conociesen y las entendiesen. Lo que llegaron a conocer y a entender fue exactamente Su esencia y lo que Él tiene y es, lo cual representa la identidad y el estatus inherente de Dios mismo. Es decir, el Hijo del hombre en la carne expresó el carácter y la esencia inherentes de Dios mismo lo más extensamente posible y con la mayor precisión posible. La humanidad del Hijo del hombre no solo no fue un obstáculo o una barrera para la comunicación y la interacción del hombre con Dios en el cielo, sino que era realmente el único canal y el único puente de conexión entre el hombre y el Señor de la creación. Ahora, en este punto, ¿no sentís que existen similitudes entre la naturaleza y los métodos de la obra realizada por el Señor Jesús en la Era de la Gracia y la etapa actual de la obra? Esta etapa actual de la obra también emplea mucho lenguaje humano para expresar el carácter de Dios y usa mucho lenguaje y métodos de la vida cotidiana de la humanidad y del conocimiento humano para expresar la voluntad de Dios mismo. Una vez que Dios se hace carne, independientemente de si está hablando desde una perspectiva humana o divina, gran parte de Su lenguaje y Sus métodos de expresión tienen lugar por medio del lenguaje y los métodos humanos. Esto es, cuando Dios se hace carne, es la mejor oportunidad para ti de ver Su omnipotencia y Su sabiduría, y de conocer cada aspecto real Suyo. Cuando Dios se hizo carne, conforme crecía, llegó a entender, aprender y comprender algo del conocimiento, el sentido común, el lenguaje y los métodos de expresión humanos en Su humanidad. Dios encarnado poseía estas cosas que procedían de los humanos que Él había creado. Estos se convirtieron en herramientas de Dios en la carne para expresar Su carácter y Su divinidad, y le permitieron hacer Su obra más pertinente, más auténtica y más precisa mientras obraba en medio de la humanidad, desde una perspectiva humana y usando lenguaje humano. Esto hizo que su obra fuera más accesible y más fácilmente entendible para las personas, consiguiendo así los resultados que Dios quería. ¿No es más práctico para Dios obrar de esta forma en la carne? ¿No es esto la sabiduría de Dios? Cuando Él se hizo carne, cuando Su carne pudo acometer la obra que Él quería llevar a cabo, fue cuando expresó prácticamente Su carácter y Su obra, y también fue el momento en el que pudo comenzar oficialmente Su ministerio como el Hijo del hombre. Esto significó que ya no había una “brecha generacional” entre Dios y el hombre, que Dios cesaría pronto Su obra de comunicarse por medio de mensajeros y que Dios mismo podría expresar personalmente todas las palabras y la obra en la carne que Él quisiera. También significó que las personas que Dios salvaría estarían más cerca de Él, que Su obra de gestión había entrado en un nuevo territorio y que toda la humanidad estaba a punto de afrontar una nueva era.

Todo el que ha leído la Biblia sabe que cuando el Señor Jesús nació se produjeron muchos acontecimientos. El mayor de todos fue el de ser perseguido por el rey de los diablos, que fue un acontecimiento tan extremo que todos los niños de hasta dos años de edad fueron asesinados. Es evidente que Dios asumió un gran riesgo haciéndose carne entre los humanos; el gran precio que pagó para completar Su gestión de salvar a la humanidad también es evidente. Evidentes también son las grandes esperanzas que Dios puso en Su obra en la carne entre los hombres. Cuando la carne de Dios pudo acometer la obra entre los hombres, ¿cómo se sintió Él? Las personas deberían entender eso en cierta medida, ¿verdad? Como mínimo, Dios estaba feliz porque podía empezar a realizar Su nueva obra en medio de la humanidad. Cuando el Señor Jesús fue bautizado y comenzó oficialmente la obra que consistía en cumplir Su ministerio, el corazón de Dios se desbordó de júbilo porque después de muchos años de espera y preparación, podía vestir finalmente la carne de un hombre normal y dar inicio a Su nueva obra en la forma de un hombre de carne y hueso que las personas podrían ver y tocar. Podría hablar por fin cara a cara y con franqueza con las personas, a través de la identidad de un hombre. Dios podría ponerse por fin cara a cara con la humanidad por medio de formas y lenguaje humanos; podría proveer para el hombre, esclarecerlo y ayudarlo usando el lenguaje humano; podría comer en la misma mesa y vivir en el mismo espacio con él. También podría ver seres humanos, cosas, y todo de la manera en que lo hacían los hombres e incluso a través de sus propios ojos. Para Dios, esta ya era Su primera victoria de Su obra en la carne. También podría decirse que era el logro de una gran obra; esto era, por supuesto, lo que más feliz hacía a Dios. Ese comienzo fue la primera vez que Dios sintió una especie de consuelo en relación a Su obra en medio de la humanidad. Todos los acontecimientos que se produjeron eran muy prácticos y naturales, y el consuelo que Dios sintió muy auténtico. Para el hombre, cada vez que una etapa nueva de la obra de Dios se cumple, y cada vez que Él se siente gratificado, la humanidad puede acercarse más a Él y a la salvación. Para Dios, esta es también el lanzamiento de Su nueva obra, avanzando en Su plan de gestión y, lo que es más, este es el momento en el que Su voluntad se acerca al cumplimiento completo. Para la humanidad, la llegada de tal oportunidad es afortunada y muy buena; para todos aquellos que esperan la salvación de Dios, son noticias trascendentales y felices. Cuando Dios lleva a cabo una nueva etapa de la obra es un nuevo comienzo para Él y cuando esta nueva obra y este nuevo comienzo se lanzan y son presentados en medio de la humanidad es cuando el desenlace de esta etapa de la obra ya ha sido determinado y cumplido, y Dios ha visto el efecto final y el fruto que ha dado. Este momento es también cuando estos efectos hacen que Dios se sienta satisfecho, y es cuando Su corazón, por supuesto, está feliz. Dios se siente tranquilo porque, a Sus ojos, Él ya ha visto y determinado las personas que está buscando y ha ganado a este grupo de personas, un grupo capaz de hacer que Su obra tenga éxito y le traiga satisfacción. Así, Dios deja de lado Sus preocupaciones y está feliz. En otras palabras, cuando Su carne puede aventurarse en una nueva obra entre los hombres, y Él comienza a llevar a cabo la obra que debe hacer sin obstrucción, y siente que todo se ha cumplido, Él ya vislumbra el final. Por eso, está satisfecho y Su corazón está alegre. ¿Cómo se expresa la felicidad de Dios? ¿Podéis imaginar cuál podría ser la respuesta? ¿Ha de llorar Dios? ¿Puede Dios llorar? ¿Puede aplaudir? ¿Puede bailar? ¿Puede cantar? De ser así, ¿qué cantaría? Por supuesto que Dios podría cantar una canción bella y conmovedora que expresara el júbilo y la felicidad en Su corazón. Podría cantarla para la humanidad, para sí mismo y para todas las cosas. La felicidad de Dios puede expresarse de cualquier forma; todo esto es normal, porque Dios siente tristeza y felicidad y Sus diversos sentimientos pueden expresarse de diversas maneras. Este es Su derecho, y nada podría ser más normal y adecuado. Nadie debería pensar lo contrario. No deberían intentar el “hechizo de la cinta apretada”[a] en Dios, para decirle que no actúe de esta forma o de aquella, limitando así Su felicidad o cualquier sentimiento que pueda tener. En los corazones de las personas Dios no puede estar feliz, no puede derramar lágrimas, no puede llorar; no puede expresar ninguna emoción. Gracias a lo que hemos comunicado durante estas dos charlas, creo que ya no veréis más a Dios de esta forma, sino que le permitiréis tener algo de libertad y soltura. Esto es muy bueno. En el futuro, si sois capaces de sentir realmente la tristeza de Dios al oír que Él está triste, y sentir Su felicidad al oír que está feliz, como mínimo seréis capaces de saber y entender claramente lo que le hace feliz y lo que le entristece. Cuando puedes sentirte triste porque Él está triste, y feliz porque Él está feliz, Dios habrá ganado totalmente tu corazón y ya no habrá ninguna barrera entre tú y Él. Ya no trataréis de limitarlo más con la imaginación, las nociones, y el conocimiento humanos. En ese momento, Dios estará vivo y vigoroso en tu corazón. Será el Dios de tu vida y el Maestro de todo tu ser. ¿Tenéis este tipo de aspiración? ¿Tenéis confianza en que podéis lograr esto?

Extracto de ‘La obra de Dios, el carácter de Dios y Dios mismo III’ en “La Palabra manifestada en carne”

Nota al pie:
a. El “hechizo de la cinta apretada” lo utilizaba el monje Tang Sanzang en la novela china Viaje a Occidente. Utiliza este hechizo para controlar a Sun Wukong presionando una cinta metálica alrededor de la cabeza de este último, lo que le provocaba fuertes dolores de cabeza y así podía controlarlo. Se ha convertido en una metáfora para describir algo que constriñe a una persona.

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